Querid@ lector@,
Vengo a contarte que hoy al despertar he visto mi maleta en una esquina, gorda e inestable, mirándome acusadora, amenazando con explotar en cualquier momento.
Entonces he pensado que por qué no existirá algún curso que nos instruya en el delicado arte de hacer maletas. Algo así como “Grado en meter cosas, muchas cosas, cosas grandes, en espacios diminutos de transporte manual”. (Un poco largo, quizás). Imagino que se darían asignaturas tales como Geometría, Trigonometría, Física cuántica, Doblamiento de ropa, Teoría y técnica de embutido de objetos, Embalaje y fuerza a presión, entre otras.
La cuestión es que llevo ya unos cuantos años haciendo maletas con frecuencia y aunque todavía no lo tengo del todo dominado, puedo dar algún consejo básico para aquellos que lo llevan peor que yo.
Lo primero que hay que saber antes de empezar con la ardua tarea de llenar una maleta es el a dónde y el qué. El ¿a dónde vamos? Y el ¿qué estamos empeñados en llevarnos? Por ejemplo, si está a punto de fugarte a Costa Rica porque han descubierto el cadáver que tenías en el garaje, pues es fácil, coges una bolsa, metes ropa interior limpia, un par de camisetas y un pantalón adecuado al clima caribeño. Si quieres también puedes llevarte esa foto de tus padres que tienes en la mesita, nada más. El riesgo inminente de acabar en la cárcel es un factor clave para nuestro modus operandi, pues hay que conseguir hacer la maleta y llegar al aeropuerto en tiempo récord, antes de que emitan la orden de busca y captura. (Esto no es que me haya pasado, todavía…solo es un ejemplo).
Otro ejemplo sería el de esa maleta que haces cuando te vas a vivir unalarga temporada fuera de casa. El a dónde en este caso es lejos, aunque no demasiado, y el qué es “toda mi puta vida en una maleta”. Existe una mayor complejidad en esta situación. Pues a la parte técnica, a la ejecución de la tarea en sí, le tenemos que añadir el factor emocional; ya que cuando te vas de casa te entra una absurda e incontrolable melancolía, acompañada de cierta sensación de abandono. Debido a ello piensas que cualquier trasto es esencial en tu vida y no lo puedes dejar atrás. Como por ejemplo tu colección de trescientos muñequitos del kínder, que llevan unos cuatro años en algún baúl polvoriento; o la mantita que utilizabas de pequeño y que ahora es de tu perro, pero la necesitas de vuelta para ti. Mi consejo número uno es calmarse y aferrarse a nuestro lado más racional. Ni la colección de libros de Teo, ni el vestido de comunión, ni tu abuela caben en la maleta.
Otro problema frecuente a la hora de hacer la maleta viene cuando esta ya no cierra y hay que renunciar a algunos objetos preciados, es el momento decisivo. Lo que suele ocurrir es que piensas: venga, quito este pantalón y esta chaqueta que no creo que lo vaya a utilizar mucho; y a los dos días necesitas desesperadamente justo ese pantalón y esa chaqueta. Así que mi consejo número dos es que embutas bien, tomes aire, te sientes con todo tu peso sobre la maleta y cierres la cremallera, verás como al final todo cabe. (No me hago responsable de posibles maletas rotas. No recomendado para maletas frágiles).
Algo importantísimo que no hay que olvidar a la hora de hacer una maleta es la redistribución equitativa del peso. Colocar cosas pesadas arriba de todo no es buena idea. Pero si por alguna razón decides que necesitas un subidón de adrenalina y lo haces, trata de no ponerla al borde de una escalera que baja, por favor. Salvarás tu maleta, salvarás tu dignidad y salvarás al mundo de ver todos tus trapos (sobre todo los sucios).
Por último, dentro de mi lista de cosas básicas que hay que saber sobre maletas, está la sección Líquidos, objetos punzantes y olores persistentes. Si en tu equipaje decides hacerle hueco, por ejemplo, a un frasco de colonia, una botella de tequila o un bote de salfumán, asegúrate de que el producto esté bien tapado, bien envuelto y bien aislado de cualquier otro objeto que le pueda pegar una paliza dentro de la oscuridad de tu maleta, mientras tu vives en la ignorancia. Lo mismo ocurre con esas tijeras de podar que se te ocurrió coger en el último momento o el cuchillo jamonero que te regaló tu tío; mucho cuidado de cómo y en qué lugar los colocamos, porque aunque no lo creamos cosas mágicas ocurren dentro de nuestras bolsas de viaje mientras están cerradas y puede que al abrirla te encuentres con que toda tu ropa está cortada en pedacitos o que al bote de salfumán le haya aparecido un repentino agujero y tus cosas ahora no son más que una masa viscosa y humeante. En cuanto a los olores persistentes, directamente recomiendo que se evite a toda costa empaquetar objetos que al aire libre podrían tumbar a uno de un airazo inoportuno. Por más que envuelvas esos ajos del huerto de tu padre en bolsas de plástico, cajas de cartón y capas de cemento, acabarás llevando ropa al ajillo durante al menos un par de semanas. El queso de cabra que compró tu amiga para ti, cómetelo, regálalo o tíralo por la ventana, pero no lo metas en tu maleta.
Esencialmente, esto es todo lo que necesita saber un principiante de este delicado arte, luego con el paso del tiempo cada uno empieza a crear su propio estilo y hay gente que hace auténticas virguerías. Mi madre, sin ir más lejos, es una maestra del embalaje.
Aunque lo importante de todo esto al final no es la maleta en sí, ni la técnica que elijas para prepararla, sino que tengas muchas oportunidades de hacerla y llevarla a visitar lugares increíbles.
Vengo a contarte que hoy al despertar he visto mi maleta en una esquina, gorda e inestable, mirándome acusadora, amenazando con explotar en cualquier momento.
Entonces he pensado que por qué no existirá algún curso que nos instruya en el delicado arte de hacer maletas. Algo así como “Grado en meter cosas, muchas cosas, cosas grandes, en espacios diminutos de transporte manual”. (Un poco largo, quizás). Imagino que se darían asignaturas tales como Geometría, Trigonometría, Física cuántica, Doblamiento de ropa, Teoría y técnica de embutido de objetos, Embalaje y fuerza a presión, entre otras.
La cuestión es que llevo ya unos cuantos años haciendo maletas con frecuencia y aunque todavía no lo tengo del todo dominado, puedo dar algún consejo básico para aquellos que lo llevan peor que yo.
Lo primero que hay que saber antes de empezar con la ardua tarea de llenar una maleta es el a dónde y el qué. El ¿a dónde vamos? Y el ¿qué estamos empeñados en llevarnos? Por ejemplo, si está a punto de fugarte a Costa Rica porque han descubierto el cadáver que tenías en el garaje, pues es fácil, coges una bolsa, metes ropa interior limpia, un par de camisetas y un pantalón adecuado al clima caribeño. Si quieres también puedes llevarte esa foto de tus padres que tienes en la mesita, nada más. El riesgo inminente de acabar en la cárcel es un factor clave para nuestro modus operandi, pues hay que conseguir hacer la maleta y llegar al aeropuerto en tiempo récord, antes de que emitan la orden de busca y captura. (Esto no es que me haya pasado, todavía…solo es un ejemplo).
Otro ejemplo sería el de esa maleta que haces cuando te vas a vivir unalarga temporada fuera de casa. El a dónde en este caso es lejos, aunque no demasiado, y el qué es “toda mi puta vida en una maleta”. Existe una mayor complejidad en esta situación. Pues a la parte técnica, a la ejecución de la tarea en sí, le tenemos que añadir el factor emocional; ya que cuando te vas de casa te entra una absurda e incontrolable melancolía, acompañada de cierta sensación de abandono. Debido a ello piensas que cualquier trasto es esencial en tu vida y no lo puedes dejar atrás. Como por ejemplo tu colección de trescientos muñequitos del kínder, que llevan unos cuatro años en algún baúl polvoriento; o la mantita que utilizabas de pequeño y que ahora es de tu perro, pero la necesitas de vuelta para ti. Mi consejo número uno es calmarse y aferrarse a nuestro lado más racional. Ni la colección de libros de Teo, ni el vestido de comunión, ni tu abuela caben en la maleta.
Otro problema frecuente a la hora de hacer la maleta viene cuando esta ya no cierra y hay que renunciar a algunos objetos preciados, es el momento decisivo. Lo que suele ocurrir es que piensas: venga, quito este pantalón y esta chaqueta que no creo que lo vaya a utilizar mucho; y a los dos días necesitas desesperadamente justo ese pantalón y esa chaqueta. Así que mi consejo número dos es que embutas bien, tomes aire, te sientes con todo tu peso sobre la maleta y cierres la cremallera, verás como al final todo cabe. (No me hago responsable de posibles maletas rotas. No recomendado para maletas frágiles).
Algo importantísimo que no hay que olvidar a la hora de hacer una maleta es la redistribución equitativa del peso. Colocar cosas pesadas arriba de todo no es buena idea. Pero si por alguna razón decides que necesitas un subidón de adrenalina y lo haces, trata de no ponerla al borde de una escalera que baja, por favor. Salvarás tu maleta, salvarás tu dignidad y salvarás al mundo de ver todos tus trapos (sobre todo los sucios).
Por último, dentro de mi lista de cosas básicas que hay que saber sobre maletas, está la sección Líquidos, objetos punzantes y olores persistentes. Si en tu equipaje decides hacerle hueco, por ejemplo, a un frasco de colonia, una botella de tequila o un bote de salfumán, asegúrate de que el producto esté bien tapado, bien envuelto y bien aislado de cualquier otro objeto que le pueda pegar una paliza dentro de la oscuridad de tu maleta, mientras tu vives en la ignorancia. Lo mismo ocurre con esas tijeras de podar que se te ocurrió coger en el último momento o el cuchillo jamonero que te regaló tu tío; mucho cuidado de cómo y en qué lugar los colocamos, porque aunque no lo creamos cosas mágicas ocurren dentro de nuestras bolsas de viaje mientras están cerradas y puede que al abrirla te encuentres con que toda tu ropa está cortada en pedacitos o que al bote de salfumán le haya aparecido un repentino agujero y tus cosas ahora no son más que una masa viscosa y humeante. En cuanto a los olores persistentes, directamente recomiendo que se evite a toda costa empaquetar objetos que al aire libre podrían tumbar a uno de un airazo inoportuno. Por más que envuelvas esos ajos del huerto de tu padre en bolsas de plástico, cajas de cartón y capas de cemento, acabarás llevando ropa al ajillo durante al menos un par de semanas. El queso de cabra que compró tu amiga para ti, cómetelo, regálalo o tíralo por la ventana, pero no lo metas en tu maleta.
Esencialmente, esto es todo lo que necesita saber un principiante de este delicado arte, luego con el paso del tiempo cada uno empieza a crear su propio estilo y hay gente que hace auténticas virguerías. Mi madre, sin ir más lejos, es una maestra del embalaje.
Aunque lo importante de todo esto al final no es la maleta en sí, ni la técnica que elijas para prepararla, sino que tengas muchas oportunidades de hacerla y llevarla a visitar lugares increíbles.