Ya no vi nada
El otro día el frío me recordó a ti. Busqué tu foto y la observé, la observé durante al menos diez largos minutos, en silencio.
Y no vi nada.
Era como mirar una pared gris. No conseguí sentir nada. Me eras tan extraño como un retrato en blanco y negro colgado en un bar.
El tiempo lo ha conseguido, pensé. Años de todo convertidos en un nada que me pareció descorazonador.
Ya no dueles.
Pero me sigue molestando todo lo que dejaste dentro cuando desapareciste de mi panorama. Aunque no recuerdo ya la última despedida.
Ese te quiero que te dije lo retiro, lo quiero de vuelta. Ya no te pertenece, en realidad jamás te perteneció. A lo mejor jamás le pertenecerá a nadie, pero el que menos lo merece eres tú.
Ya no te odio.
Ni siquiera siento ese rencor que cada noche me reconcomía incesantemente. No sabría ubicar el instante exacto en que dejaste de importarme, porque un día lo hacías, lo sé, pero ahora simplemente no puedo explicarme el por qué.
Hoy soy un total hecho de miles de experiencias, como todas las que desviví contigo, por ejemplo. Y aunque no me hace feliz reconocerlo, tus huellas en mi camino hicieron que decidiera cambiar de rumbo.
Ahora solo eres un periódico de ayer.
Vuelvo a escuchar mis canciones preferidas sin que me suenen a ti. Vuelvo a pasear por las calles sin miedo a que me des un sobresalto. Escucho tu nombre y no eres el primero en el que pienso.
Es raro, ahora que lo asimilo. Es la primera vez que puedo ordenar tan bien las palabras al hablar de ti, sin miedo, sin segundas intenciones.
Ahora te convierto en poesía, en el personaje de un relato de otra vida, en inspiración para crear algo que inspire a otros. Eres palabras, tinta, papel y pensamiento etéreo en la vorágine de un día creativo.
Y sí, busqué tu foto y la observé, pero ya no vi nada
Y no vi nada.
Era como mirar una pared gris. No conseguí sentir nada. Me eras tan extraño como un retrato en blanco y negro colgado en un bar.
El tiempo lo ha conseguido, pensé. Años de todo convertidos en un nada que me pareció descorazonador.
Ya no dueles.
Pero me sigue molestando todo lo que dejaste dentro cuando desapareciste de mi panorama. Aunque no recuerdo ya la última despedida.
Ese te quiero que te dije lo retiro, lo quiero de vuelta. Ya no te pertenece, en realidad jamás te perteneció. A lo mejor jamás le pertenecerá a nadie, pero el que menos lo merece eres tú.
Ya no te odio.
Ni siquiera siento ese rencor que cada noche me reconcomía incesantemente. No sabría ubicar el instante exacto en que dejaste de importarme, porque un día lo hacías, lo sé, pero ahora simplemente no puedo explicarme el por qué.
Hoy soy un total hecho de miles de experiencias, como todas las que desviví contigo, por ejemplo. Y aunque no me hace feliz reconocerlo, tus huellas en mi camino hicieron que decidiera cambiar de rumbo.
Ahora solo eres un periódico de ayer.
Vuelvo a escuchar mis canciones preferidas sin que me suenen a ti. Vuelvo a pasear por las calles sin miedo a que me des un sobresalto. Escucho tu nombre y no eres el primero en el que pienso.
Es raro, ahora que lo asimilo. Es la primera vez que puedo ordenar tan bien las palabras al hablar de ti, sin miedo, sin segundas intenciones.
Ahora te convierto en poesía, en el personaje de un relato de otra vida, en inspiración para crear algo que inspire a otros. Eres palabras, tinta, papel y pensamiento etéreo en la vorágine de un día creativo.
Y sí, busqué tu foto y la observé, pero ya no vi nada